- - Hoy he llorado mucho. – sentenció rotundamente; sus ojos sapiles daban fa de sus palabras.- He llorado por ti, por mi y por todos mis compañeros. Vi por una ventana la típica escena navideña.
Oso Perezoso inició un encogimiento de hombros.
“Es complicado intentar expresar con palabras, pensó la Sombrerera, no se explican bien.”
- - He visto a niños sin casa, a casas sin niño. He visto locos haciendo locuras ¡por todo el mundo! Hay niños sin padres y… ¡padres sin niños! La gente se hace amigo de un tipo bastante siniestro llamado orgullo ¡no lo entiendo!
- - ¿Qué es lo que no comprendes?- el oso perezoso tenía paciencia, era su Don saber hacer las cosas despacio, era su Don saber escuchar.
- - A las personas… ¡hip! (aquí es donde se le escapó un hipido) se las olvidó ser Seres Humanos…
El oso perezoso tuvo que esperar, pues la Sombrerera empezó a hacer algo muy raro con su cara, la arrugó primero, luego la contrajo de una forma muy extraña, pasó del color rojo al morado y finalmente explotó a llorar. Lentamente levantó su brazo y la acurrucó.
Tras unos instantes, pues la Sombrerera cambiaba muy rápido, (ese era su Dondon, por eso se llevaba tan bien con Perezoso), se restregó los ojillos y se sintió lista para continuar su no conversación.
- - Amigo Osipere, no te preocupes por mi, no estoy realmente triste, es que… ahora que me he abierto… a veces duele.
- -¿Qué es lo que has abierto?- hablaba despacio, cómo no.
- - ¡Pues las puertas, claro está!- en este punto la niña casi se indigna, pero se le olvidó rápidamente- Parece difícil, pero no tiene mayor complicación, primero abres la primerísima de todas, eso es obviamente obvio ¿no es cierto?, recordando… he de decir que es la que más cuesta. A veces puede ocurrir que olvides la llave en la mesa de cristal y que seas muy pequeña para alcanzarla. O que seas excesivamente Grande para entrar, entonces te toca comer tarta para decrecer…
A estas alturas Oso ya había conseguido abrir sus ojos ojiplaticamente, cosa de la que se dio cuenta la niña ipsofacticamente.
- -Ya pensaba yo que las palabras eran difíciles para explicar lo que uno piensa- con una sonrisa cogió la mano del perezoso- vamos, toca andar de nuevo, pero que te quede muy claro una cosa.
No le dio tiempo a responder.
- - No todo es tan triste – por un momento su carita amagó ser seria – cuanto más abres, más entra, más sale…
- Más Amor digo J.
Siguieron andando por el camino lleno de nieve que les llevaba cada vez más cerca del centro del bosque, era una noche bonita. Los copos de nieve bailaban con las farolas.
De Conversaciones con la Sombrerera.