Ahora que lo escucho mucho más que antes, os quiero hablar de mi espíritu duende, divertido y revoltoso.
Su color verde pistacho y morado arándano, nariz respingona y pelo de punta, hicieron que me gustase su presencia casi desde el principio. Y eso que no le comprendía.
No es que él quiera hacerle daño a nadie, de hecho, le encanta que la gente tuerza la boca de esa manera que nosotros llamamos sonrisa, pero, en ocasiones, simplemente, se pasa de la raya al jugar, he de decir en su defensa que nunca es con mala intención.
Suele tener cierta tendencia a huir si siente que alguien lo va a herir…
((Ahí es cuando lo tengo que coger de la oreja))
Pero se lo perdono todo, si lo conocieseis, haríais lo mismo, creedme. Disfruta viendo crecer líquenes en el cañón de un río, aullando con lobos, ululando con los búhos o surcando los cielos en la Tierra de las Águilas… se inventa figuras en las nubes.
Cuando me lleva con él a ver las estrellas soy capaz de paladear eso que la gente define como libertad. Es el que me enseña cosas que hacen que abra la boca y suelte un gritito de sorpresa. Hace que me ría a carcajadas de los problemas más serios del universo.
Lo llamo en inglés free spirit… ¿cómo no quererlo? Si cuando me pierdo en algún laberinto, es él el que me rescata contándome cuentos; ¿sabéis cómo se creó el universo? Lo hace día a día una ballena, que, en vez de pompas, suelta planetas… ¡jajajaja!
Me presenta a brujos, animales, señores del bosque, hadas y meigas, a seres con alas disfrazados de personas, ¡todos ellos la mar de interesantes!, hacen que mi mundo se vuelva patas arriba y patas abajo de las cosas que me enseñan; me sacan de las cuadrículas demasiado viejas de mi mente, de mis creencias aprendidas pero no cuestionadas, abren nuevos senderos desconocidos…
Nos compenetramos bastante bien, la verdad es que le quiero mucho. Y sé que aunque él vaya de independiente de los bosques, esto es recíproco.
¿Que qué le aporto yo? Me lo he cuestionado antes, dando un paseo con él y he obtenido la respuesta al regresar de nuevo a la ciudad: le enseño a querer a las personas, me cuesta a veces, porque las ve por dentro y siente lo que piensan. Tiene problemas en las ciudades, no comprende. Me pongo de ejemplo. Entonces entiende. Lo que no significa que aún tengamos que trabajar en ello, recordad su tendencia a huir. Le enseño que transformarse no es malo, quién sabe, le digo, igual un día llegues a elfo. Lo hago por chincharle un poco, a él le parecen unos repolludos.
Le digo que todos los humanos se pueden convertir en seres de leyenda, solo que hay algunos que necesitan que los echemos una mano, como él me la echa a mi.
Entonces tuerce la boca en una sonrisa, desde que aprendió, oye, no para el tío.
Es to buena gente... a ver si lo veo algún día ;)
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