en la penumbra, el reloj de la pared de piedra hace tiempo que se detuvo.
Y la figura, con sombrero rojo y maletín esperando en el anden,
a que llegue un tren, su tren.
Mucho tiempo lleva allá, esperando, anhelando.
Tal vez ya pasó mientras soñaba que iba en globo,
pero eso es elucubrar sobre posibilidades que dejaron de existir en el mismo instante en el que sucedieron.
¿sabes?
La gran sabia que vive en el castillo de la pared de Om y el jardín de las flores con pendientes y sueños morados , intuye cosas, ella es un poco bruja, el otro día ojos acuosos, nos leyó el libro de la vida, con sus espirales aúreas.
La figura espera, divagando sobre el presente y el futuro, sobre su destino.
Sigue esperando el tren, como estos últimos años, en silencio.
¿Dónde estarán los faros luminosos, el pitido característico?
Está empezando a desesperarse.
Una ráfaga de viento que proveniente de las lejanas tierras africanas le roba el sombrero y lo aleja, juguetón este viento, pícaro incluso.
La mano se crispa, puño cerrado obtusamente en torno al asa del maletín.
De pronto lo deja caer.
A la mierda. Yo soy mi propio tren y allá dónde este, construiré mi vía.
Quiere correr en pos de lo que le guarnecía la testa, pero está como anquilosado y al primer intento solo puede levantar el pie derecho del suelo, a trompicones.
Su cuerpo está un tanto oxidado de tanto esperar...
Como a una buena batata asada...solo hace falta un poco de aceite y sal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario