Pareciese que volaban, las pezuñas arrancaban hierba y olor a tierra húmeda.
El cielo gris cantaba a la tormenta.
Pronto se iba a desatar, la electricidad inundaba el ambiente.
El viento hacía que sus trenzas ondeasen, desde la colina, observaba la libertad desenfrenada de los sementales y las yeguas.
Sus ojos acuosos se perdían en el amplio paisaje,
su cuerpo, firmemente arraigado en la colina, más su espíritu estaba lejos, corriendo a la par que los animales... hacia ningún lugar o hacia todos.
Una mano invisible rozó su hombro, ella giró lentamente la cabeza, a la espera de una señal del espíritu del trueno.
La pluma de águila se liberó de sus cabellos, se alejó volando...
Ahora- susurró la voz- ahora solo síguela...
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