Bandera

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Versos de hilo


Solo los que tienen el arrojo necesario, ni más ni menos, sino el justo para dar el último paso, ese que separa tus pies de tierra firme y los mece, y estremece, en el vacío. Solo esos, volarán. Y Ningún otro.

Así fue escrito uno de los Grandes  Secretos por la eterna niña de pelo ondulante, hecho de la más fina tela de araña, regalo de la tejedora Acnia en los ya lejanos albores de la formación del Mundo salado de Aque. Ni  hubo precedentes de que sucediera esto con anterioridad, ni probablemente los habrá.

La razón de esta traición de honor, (traición, porque juró guardar, ante el rey Cuántico y a su esposo Dimensión,  los más tiernos misterios de la vida, para deleite de esos seres, llamados por ellos mismos humanos, que habían de poblar el nuevo mundo, para que se entretuviesen jugando a descubrir mariposas invisibles, entre tormentas y escafandras.

 La razón para que la niña se decidiese a tomar la pluma entre sus deditos,  fue tan simple, que hasta los músicos Hangs compusieron unos toques suaves de risa para la ocasión.

El que buscaba a Pan entre las montañas, el buscador de sueños, un día la encontró a ella; desde entonces, se sentaba a su lado a susurrar cuentos y jugaban imaginar mundos; no obstante,  lo que verdaderamente la decidió a hacerle cómplice de sus misterios, sucedió el día que la enseñó a dar besos de mariposa y a beber té en una pequeña taza azul, previamente robada al Sombrerero en uno de sus viajes a Wonderland.

Sucedió, en aquella mañana con nieve, que confesó no siempre atreverse  a dejar sin cuerda a su cometa por el país de los más delirantes sueños. Sueños de esos, que conducen a los más extraños rincones, recónditos, de todos los mundos; poblados por magos y fonambulistas, en los que, por un instante, todo es posible. Sueños que le conducirían, sin duda alguna, a la certeza de vivir la vida, disfrutando paso a paso.

Por esto, solo por esto, algo llameó en su corazón con una fuerza que la dejó atónita, ... llamémoslo: ramalazo. En todo un instante, estaba decidido, no iba a abandonar a su viejo nuevo amigo contra los monstruos de las pesadillas; no a ese que la recordó, cómo se jugaba a transmitir, como se quieren los niños.

 Si la tinta no se hubiese acabado, ni los buitres se hubiesen abalanzado sobre sus tiernos ojos, tal vez el lienzo no estaría inacabado, tal vez esto también hubiese quedado plasmado:

 Al menos en lo que dura una vida.  Recuerda que la última mota de arena del reloj cae para todos igual. La diferencia, radica en la ligereza con que lo des; lo que tardes en dejarte volar, cosa tuya es, tuyo es tu tiempo, tuya, toda la arena del reloj.

Es algo que nunca sabremos a ciencia cierta

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