Oh!, la niña, mascaba chicle de fresa sin preocupación ninguna.
Apoyada en una pared de ladrillos, observaba a los autóctonos del País del Asfalto, sus andares, sus gestos, sus interacciones con cacharros metálicos.
Al contrario que ellos, los ojos de Oh!, miraban con frecuencia el poco cielo que se dejaba entrever entre los grandes colosos grises conocidos comúnmente como "edificios", las formas de las nubes, la luz siempre cambiante, las cigüeñas que anunciaban primavera...
Esos ojos también eran capaces de ver lo no visible, no dejaba de asombrarse con la cantidad de lazos de colores que salían de cada persona, los animales o monstruos que les seguían sin que nadie les prestara mayor atención, las burbujas que rodeaban a la inmensa mayoría, como si estuviesen recubiertos de una fina película gelatinosa transparente que impidiese ver del todo las máscaras de carnaval.
Notó que algo suave rozaba la mano que tenía acomodada en el bolsillo y recordó que era una plumilla de Filo el pájaro; lo extraño, pensó, y acto seguido sopló sobre su mano extendida un aliento cálido que transporto la pluma hacia las corrientes de aire, muy alto, para que llevasen el mensaje donde quiera de los 5 Reinos del Caos que se encontrase su amigo.
Hubo una vez, hace un tiempo, antes de aparecer en este Planeta Azul tan lindo, en el que anduvo perdida en un bucle, un tornado que giraba con exasperante y lenta velocidad. Respirar allá era imposible y aunque el recuerdo es bago, procuraremos despabilarlo, el agujero negro la soltó, boqueando en busca de algo con que llenarse los pulmones, en una inmensa tela de araña...
Pero eso ya son otras historias, que, por el momento, no nos atañen.
Prrrrriiiiiiii. Culebreó con el cuerpo un movimiento ondulante para expulsar de un escalofrío por todos esa sensación evocada.
Sus ojos acuosos otearon las distintas posibilidades que ofrecía PorkiCity, ahora que se había salido del tiempo y de la tela, el siguiente paso bien podía ser ir a un parque o...
- ¡Claro!- exclamó golpeándose la frente- he de ir a ver a un informaticoco, a ver si me ayuda a cambiar un par de programas del ordeandor central.
Y con un paso que se asemejaba un baile de claqué, fue desapareciendo del escenario con unas pocas miradas reprobatorias, ante el escándalo de mostrar tu alegría públicamente, de aquellos transeúntes, que aún eran capaces de ver algo que no estuviese plasmado en una pantalla.
Los bocetos de la historia de Oh!
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