"Metió la mano en el bolsillo de su batín policromo y sacó un espejo redondo de mano.
-vea usd: ha si se ha visto usd hasta ahora.
Mi teatrito tiene tantas puertas de palcos cómo queráis: diez, o ciento, o mil, u detrás de cada puerta os espera lo que vosotros vayáis buscando precisamente. Es una bonita galería de vistas; pero no le serviría de nada recorrerlo así como está usd. Se encontraría atado y deslumbrado por lo que viene usted llamando su personalidad. Sin duda ha adivinado usted hace mucho que el dominio del tiempo, la redención de la realidad y cualesquiera que sean los nombres que haya dado a sus anhelos, no representan otra cosa que el deseo de desprenderse de su llamada personalidad. Esta es la cárcel que lo aprisiona. Y si usd, tal cómo está, entrase en el teatro, lo vería todo con ojos de Harry, todo a través de las viejas gafas del lobo estepario. Por eso le invito a que se desprenda de sus gafas y a que tenga la bondad de dejar esa muy honorable personalidad aquí en el guardarropa, dónde volverá a tenerla a su disposición en el momento que lo desee" El lobo estepario.
¿Cómo?
Estoy más dispuesta, me quito las gafas, el sombrero, me desmaquillo, si hace fata, desnudo mi cuerpo hasta quedar en cueros; en un arrebato tiro al suelo todo lo que había metido en mi mochila a lo largo de mi vida, fuera libros, consejos, películas, fuera todo tipos de conocimientos inventados, de prejuicios.
Ahora me siento mucho más ligera. Voy en vacío, sin peso, en cueros y lista para partir hacia rutas salvajes... un momento...¡casi se me olvida! busco una moneda china que me regaló una vieja loba de mar, es el amuleto de los viajes,y un pedazo de madera tallado por un carpintero que fue capaz de ver mi alma y guardar un trocito de ella entre las vetas; ahora si, me siento completa, en pelotas y con las rodillas temblequeantes, pero más dispuesta que nunca a vivir otro fragmento de mi Gran Aventura, una semana andando por las carreteras de España, rumbo al mar de Granada. Seguro que un par de personas de cuento, esas a las que Armanda llama inmortales, nos ofrece cobijo, risas y comparte historias con dos caminantes.
Ojeo mi casa por última vez antes de partir hacia este primer viaje (para mi siempre es el primero), me aseguro de haber apagado el gas y luces, tampoco quiero que explote la casa, pretendo volver; en la penumbra, me despido con un suspiro de una época de mi vida y de mi misma, pues me dejo en el perchero, dispuesta a encontrarme de nuevo.
Cierro la puerta suavemente y bajo las escaleras dando saltitos, creo que esta noche no harán falta farolas de lo que me brillan los ojos de ilusión. Ya en la calle, me detengo delante de un árbol que parece que va a explotar con una bomba verde,es primavera y como yo, está dispuesto a crecer one more time después de un frio y larrgo invierno, paladeo esta sensación que siempre me humedece lo ojos de emoción y estaba comenzando a avergonzarme de ello, cuando, ¡ah no! ¡si eso era antes!. Ahora que dejé la identidad en casa, puedo hacer lo que me venga en real gana, no habrá nadie que piense que me volví majara, mejor aún, no me importará lo que piensen de mi.
Soy una caminante.
La luna eclipsa estos pensamientos y me sume en una tranquilidad que hace que flote y me deslice por los adoquines, tarareo la canción de Perota Chingó, El verbo, deseando que mi vida este llena de esas conexiones... buscándolas, buscándome.
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