Nadando en su cabeza, de vez en cuando pesca algún que otro recuerdo de su infancia, uno de los más tiernos que tiene quizá es el de jugar con su Gran jefe indio en un parque. Por aquella época solían jugar a volar y cacarear siendo una Peter y otro Garfio, luchando a vida o muerte con palos garfio y puñales, saltando de banco en banco por encima del bravo oleaje, rescatando a Tigrillas o nadando con las sirenas. Que imagen tan espectacular, imaginaos a una niña de cuatro años con cara seria y gran decisión, con ojos brillantes y valerosos, mirando sin temor a su padre, ahora convertido en su archienemigo, moviendo los labios casi imperceptiblemente y con cierto aire burlón para susurrarle "Gar fi o Ba ca la o".
Es digno de mención comentar que se tragó esa película mil quinientos cincuenta y tres eones de veces, realizando una especie de autolavado cerebril. Grabando con un hierro candente en su mente una serie de ideales que más tarde pasarían a ser un arma de doble filo. Cuando llegó la hora de entrar en el mundo de los Adultos, tuvo que luchar con una serie de contradicciones que la tal película dejo en su subconsciente, pues ella, como Peter, no quería crecer nunca, nunca, definitivamente, nunca; ¿crecer y convertirse en pirata? No, gracias. Como en casi todos los casos en los que uno lucha con sigo mismo, era cuestión de falta de información y el chip cambió cuando descubrió la existencia de los inmortales, no os voy a engañar, tampoco es que abunden, hay pocos y nos escondemos muy bien de ellos, pero si sabes mirar y pararte, acabas topándote con alguno tarde o temprano, ellos siempre están a la caza para dejar pistas... Se emocionó tanto con este nuevo enfoque, que hubo una época en la que corría buscando sin descanso las piezas del puzle que faltaban, pero esa ya es otra historia... Ahora prosigamos antes de que se me olvide de lo que estábamos hablando.
¿Por dónde íbamos? ((carraspeo))
Ah, sí, Tamar siempre se identificó con Peter en vez de Wendy, vete tú a saber, quizá era por que la hubiese gustado ser un chico, como a su padre. Con el paso de los años, empezó a superar sus miedos nocturnos a la oscuridad, y saboreó el agridulce regustillo de pintar colores y contar cuentos a niños perdidos... aunque de vez en cuando, y esto es un secreto muy confesable, si la noche es propicia, aún deja, como en su infancia, la ventana del cuarto abierta, no vaya a ser que vuelva de nuevo campanilla con sus polvos mágicos, nunca sabe uno cuando puede ser el momento.
Esas noches,sin duda alguna, son las mejores, inhalando las pequeñas espirales brillantes, como purpurina, y sientes como se expanden por todo tu cuerpo, haciendo lo mismo con tu alma, presta siempre a transformarte en búho y desplegar tus alas, remontando, una vez más, el vuelo rumbo a la segunda estrella a la derecha, al país de Nunca Jamás.
Me ha hecho pensar, y eso me gusta!
ResponderEliminarMe alegro de que te haya hecho reflexionar y pensar y que encima te guste campanilla! ;) con tu comentario has hecho que inhale un poco de esos polvos mágicos que te recorren toda la espina dorsal!
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